En temps de COVID-19, confinaments perimetrals, Black fridays, rebaixes i consumisme social les compres on-line s'han disparat incrementant l'emissió de CO₂ a l'atmosfera. Això, té un gran impacte sobre els objectius de desenvolupament sostenible.
A més, el pes total del tràfic urbà també es veu incrementat segons un informe de la patronal de fabricants i distribuïdors AECOC.
Aquests impactes, tenen joc a l'última milla, és a dir, al trajecte que va des del centre de distribució a cada un dels habitatges. A més, gran part de les comandes o són retornades o els repartidors no troben les cases, el que fa que es multipliquin els trajectes de l'última milla des del moment de l'adquisició.
D'altra banda, Green Peace ha determinat les entregues exprés o prime com a part del problema, ja que perquè un paquet arribi a les nou del matí de l'endemà han d'entrar en joc una gran quantitat de transports per a satisfer aquest desig.
Encara cal afegir que l'embalatge és altra dels grans dèficits del comerç electrònic en la seva relació amb el medi ambient on en alguns països ja supera més del 10% dels residus sòlids.
No obstant això, empreses com DHL hi han marcat com a objectiu un salari d'emissions zero per al 2050.
La huella de carbono anual de Amazon en 2018 fue más alta que la de nueve de los 27 países de la Unión Europea |
Encender el ordenador, abrir el navegador, hacer click y en pocos días —a veces horas—, lo que queramos, en la puerta de casa. La integración del comercio electrónico en el día a día ha vivido una aceleración como adlátere de la pandemia. El 62,6% de los españoles ha hecho uso de él en los últimos 12 meses, frente al 58% en 2019, según una encuesta del INE. Sin embargo, el daño medioambiental que supone el proceso que empieza con un click y acaba con un mensajero en casa, se incrementa notablemente con respecto al comercio tradicional, debido fundamentalmente a lo que en el sector conocen como la última milla. Según datos distribuidos por el gigante del comercio electrónico Amazon, su huella de carbono en 2018 fue de 44,4 millones de toneladas de CO2, mayor que la de nueve de los 27 países de la Unión Europea, si nos atenemos a las medidas difundidas por la Agencia Europea de Medio Ambiente o similar a la de todo el CO2 que emitió ese año toda la actividad de Cataluña, como recoge el informe que desgrana las emisiones por comunidades del think tank Observatorio de Sostenibilidad.
En Madrid, se entregan al día entre 350.000 y 400.000 paquetes, según Greenpeace, una cifra que se puede multiplicar por cuatro en fechas como el Black Friday. “Todo esto tiene un gran impacto sobre los objetivos de desarrollo sostenible y el primero sobre las emisiones de CO2, por supuesto″, concreta Fernando Prieto, director del Observatorio de Sostenibilidad y doctor en Ecología. Pero no solo eso, el peso total de la distribución de mercancías en una ciudad como Madrid supone el 38% del peso total del tráfico urbano, según un informe de la patronal de fabricantes y distribuidores AECOC. Ese informe también contiene que el transporte urbano genera sobre la economía un daño comparable al 2% del PIB, “por el impacto de los atascos y la contaminación”, precisa María Tena, gerente del área de transporte y logística de la patronal. Tena añade que “solo el 22% de la población es consciente” del daño medioambiental del comercio en línea.
La última milla
Todos los actores implicados en el proceso coinciden en que la última milla, es decir, el trayecto desde el centro de distribución a cada uno de los hogares, es el punto en el que el comercio electrónico multiplica sus emisiones con respecto al comercio tradicional. “Lo más importante es que se produce una dispersión de los envíos”, describe Rafael Pérez del Monte, director de calidad y responsable de Medio ambiente de la división española de DHL, la empresa líder mundial en logística. Pérez del Monte añade que los intentos de entrega fallidos porque el comprador no se encuentra en casa “supone asumir costes e incrementar el impacto ambiental de la actividad porque supone desplazamientos adicionales”. Aunque el mayor número de emisiones se da en los desplazamientos de largo recorrido que se hacen en barco o avión, trayectos que son comunes al comercio tradicional.
“Una de cada tres cosas que compramos la devolvemos, con lo que esto también genera más tráfico”, añade Celia Ojeda, responsable de la campaña de Consumo de Greenpeace, circunstancia que, según la patronal AECOC, convierte a España en el cuarto país en tasa de devoluciones de Europa. Estas devoluciones son muy habituales a la hora de comprar ropa: “Muchos clientes compran varias tallas de lo mismo asumiendo que lo van a devolver de antemano”, concreta el portavoz de la empresa de transportes DHL, con lo que queda asegurado que se multiplican los trayectos de la última milla desde el momento de la adquisición.
También está el hecho de la incitación al consumismo “porque es muy rápido hacer click y obtener el producto de manera instantánea”, según Ojeda, lo que hace que “se compren cosas que no se necesitan”. Greenpeace añade a los programas de entregas exprés o prime como parte del problema.“Para que un paquete llegue a las nueve de la mañana del día siguiente tienen que entrar en juego una gran cantidad de transportes para satisfacer ese deseo”, explica el doctor en Ecología Fernando Prieto.
Las emisiones de gases de efecto invernadero de algunos de los países europeos, comparadas con las de Amazon OLIVIA LÓPEZ BUENO |
El embalaje es otra de los grandes déficits del comercio electrónico en su relación con el Medio ambiente. Los envoltorios de estos envíos ya representan el 30% de los residuos sólidos en Estados Unidos, según la Agencia de Protección Ambiental del país. “Muchos de estos productos vienen de fuera y esos residuos no entran en la corriente de residuos normales sujeta a determinados tipos impositivos”, agrega Fernando Prieto. El cartón de los envíos se recicla, no así el plástico que “sigue estando presente en esos embalajes y el reto es encontrar materiales que igualen las prestaciones de manera lo más medioambientalmente sostenible posible”, según Pérez del Monte, directivo de DHL. Greenpeace propone que la paquetería sea retornable, que sea adecuada al tamaño del producto para optimizar el número de envíos que se pueden hacer en cada medio de transporte y reducir los plásticos de los mismos, entre otras medidas para paliar el problema del embalaje.
Soluciones
Empresas implicadas en el comercio electrónico, como DHL, se han marcado como objetivo un saldo de emisiones cero para 2050. Actualmente, el transporte es el responsable del 14% de las emisiones según un informe del propio gigante logístico. Para lograr el objetivo, la empresa está agregando vehículos eléctricos a su flota para la última milla o el aumento de red de taquillas y puntos de conveniencia, en los que el repartidor deja todos los envíos correspondientes a una zona determinada y así el comprador se puede desplazar a pie a recogerlos. “La renovación de la flota es fundamental”, asegura el responsable de Medio ambiente de la compañía en España, que pide que haya fondos europeos que permitan desarrollar vehículos que no emitan CO2 y que su comercialización se popularice. Fernando Prieto del Observatorio de Sostenibilidad, añade a estas soluciones impuestos con los que el consumidor pague por estas emisiones del comercio electrónico porque “de esta manera serían mucho más caros estos productos” y el comercio de proximidad podría competir con ellos.
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